
«Caminaba despacio con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó: “Además del canto de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?”. Agucé el oído y le respondí: “Oigo el ruido de una carreta”. “Eso es —dijo mi padre—, una carreta, pero una carreta vacía”. Pregunté a mi padre: “¿Cómo sabes que está vacía, si aún no la hemos visto?”. »Entonces mi padre respondió: “Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido. Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace”.
Este hermoso relato, de autor desconocido, nos invita a pensar seriamente respecto a nuestros vacíos. Y es que una cosa es saber lo que se quiere, y otra muy distinta es conocer lo que realmente se necesita. Comenzamos a querer llenar estos huecos con infinidad de posibilidades ofrecidas por el mundo que nos rodea sin darnos cuenta que es sólo una ilusión. Se nos olvida que la vida es movimiento y que si nos abrazamos a cosas que sólo llenan momentos, casi al instante volveremos a estar vacíos. Sin embargo, el hecho mismo de que la vida es movimiento, nos da la oportunidad de forjar carácter y así poder enfrentar los nuevos retos con nuevas armas.
Pensarnos distintos para atrevernos a enfrentar nuestros miedos podría ser la chispa necesaria para comenzar a llenar estos vacíos. Desde luego, aprender a conocernos sin lastimarnos haciendo juicios de nuestras acciones pasadas y sí enfocándonos en lo que queremos lograr, nos ubica justo en el lugar desde donde pones tu persona en construcción.
¡Ámate, acéptate y confía!
Tú eres el único autorizado a llenar esos vacíos. ¡Tú eliges!
Pensándome,
José Rivas