
En un frío invierno me llegó un verano, entre lágrimas de asombro cual llovizna sobre llano. Fuiste desde siempre mi mejor regalo, inundando mi vida de caricias sin reclamos. Y ahora siento tu ausencia. Ya nada es lo mismo. Me consume la tristeza, de un invierno sin abrigo. Solo a mi Dios le pido, me devuelva tu cariño. Que al igual que antes, puedas admirarme y así poder brindarte lo que por otros has perdido. Quisiera estar en tu mente y así poder responderte. Es que imagino que preguntas y las respuestas no te convencen. Siénteme al menos en el viento, allí encontrarás la respuesta. No la que hasta ahora te miente, sino la que es perfecta. ¡Si tan solo supieras!
Pensándome,
José RIvas