
En ocasiones se me hace muy difícil escribir las reflexiones que muchos de ustedes esperan cada semana. Y hoy, no ha sido la excepción. Menos mal que la nueva tecnología me permite ir atrás apretando un solo botón en el teclado y así poder comenzar de nuevo las veces que sea necesario. Lo que sucede es que cuando se reflexiona para escribir, lo que se busca plasmar no es otra cosa que la representación de alguna realidad. ¡Y que desafío puede ser abordar una reflexión desde esa tarima!
De seguro a muchos nos ha pasado que vamos manejando un auto a toda velocidad, con el aire frío apuntando a nuestra cara, la música opacando el ruido del motor y de momento descubres que estás perdido. De inmediato reduces la velocidad, ajustas la temperatura y bajas el volumen del radio buscando sentido de dirección. Pues eso precisamente es lo que hacemos cuando buscamos reflexionar sobre algo. Nadie que quiera pensarse puede hacerlo desde la prisa que invisibilza los detalles del camino de la vida y mucho menos desde el ruido que nos apaga a la escucha de la sensatez.
Reflexionar es detenerse. Pararse a mirar, a contemplar y a tocar consciencia. Implica además saber esperar por aquella única respuesta que llega a callar nuestras dudas o inquietudes. Escuché una vez a alguien decir que la reflexión es amiga de la prudencia y de la verdad. Que bien entendía, es hermana de la honestidad y la paciencia. Y eso me parece extraordinairo. Permítete reflexionar y verás como con la meditación limpiamos nuestros pensamientos para conectarnos con lo esencial de las cosas. Este es un gesto sencillo, pero capaz de transformar.
Asumamos el riesgo de lo profundo. A eso hay que darle valor. Lamentablemente nos vamos muchas veces por la corriente de lo “light”, lo ya dado. Decimos, ¿por qué tener que pensar en algo que alguien ya pensó por nosotros? Pero eso solo nos secuestra la capacidad de ser dueños de nuestras propias ideas. Ideas que luego podrían convertirse en un gran proyecto de vida. Ya lo dijo Margaret Wheatley, “sin reflexión vamos a ciegas en nuestro camino, creando más consecuencias no deseadas y sin lograr nada útil”
Pensándome,
José Rivas